Metales críticos: el nuevo petróleo

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Los llamados metales críticos, son una treintena de elementos químicos que tanto la UE como EEUU han incluido en la lista de las materias que les preocupan.

¿Qué tienen en común tu teléfono móvil, un aerogenerador, un panel solar, un coche eléctrico, un sistema antimisiles y un escáner cerebral? Entre otras cosas, que ninguno de esos dispositivos se pueden fabricar hoy día sin emplear metales muy escasos en el planeta como el cobalto, el níquel, el magnesio, el grafito o las tierras raras…

Son los llamados metales críticos, una treintena de elementos químicos que tanto la UE como EEUU han incluido en la lista de las materias que les preocupan (y mucho) de cara al futuro.

No sólo porque son insustituibles, también porque son muy escasas y porque su producción está concentrada en países con estándares de gobernanza inferiores a los de Occidente y poco fiables en términos de suministro, como China (monopoliza una decena de metales), la República Democrática del Congo (produce el 60%del cobalto), Indonesia (30% del níquel).

«Esta elevada concentración constituye una importante vulnerabilidad para los países occidentales, dado que una distorsión en el suministro afectaría, por ejemplo, a la capacidad de EEUU de mantener su ventaja tecnológica y militar», advierte Pablo Arjona, analista de Riesgo País y especialista en Materias Primas y Transición Energética de Cesce.

Especialmente preocupante es el caso de China, que acapara el 74% del antimonio (aplicaciones en defensa), el 85% del bismuto (medicina) el 80% del galio (semiconductores y células fotovoltaicas) y el germanio (fibra óptica y células solares), el 69% del grafito (baterías) y el 86% de las tierras raras (imanes permanentes de aerogeneradores y motores eléctricos, así como emisores de luz para pantallas).

LA ‘NUEVA OPEP’
Eso, por citar tan solo los casos de dependencia más clamorosa, en los que se llega a superar con creces el control que han ejercido durante décadas los principales países productores de petróleo. «Los catorce miembros de la OPEP representan alrededor del 40% de la oferta mundial de crudo», compara Arjona.

Y lo cierto es que China ya ha demostrado su capacidad para cerrar el grifo a capricho. En 2010 vetó la exportación a Japón de tierras raras, cruciales para empresas como Toyota, Mitsubishi y Panasonic, a cuenta de las disputas entre ambos países por la isla de Senkaku. Y algo similar se puede decir de Indonesia, que prohibió la exportación de níquel en 2020 para potenciar su propia industria de baterías.

Estos precedentes han encendido todas las alarmas en EEUU, porque a la escasez de estos materiales y su concentración se va a sumar en los próximos años un incremento exponencial de la demanda debido a la transición energética y la digitalización de la actividad humana.

La Agencia Internacional de la Energía prevé que la demanda de litio se multiplique por 42, la de grafito por 25, la de cobalto por 21 y la de níquel por 19. Una explosión de demanda, que si no va acompañada de una mayor disponibilidad de estos metales, acabará disparando su precio.

Un estudio del Fondo Monetario Internacional apunta a que solo el valor de cuatro de los metales críticos (cobre, níquel, cobalto y litio) se cuadruplicará en las próximas dos décadas para alcanzar los 13 billones de dólares y acercarse bastante al de los combustibles fósiles.

«La transición energética va a conducir a un reajuste del mapa geopolítico», argumenta Arjona, que cita algunos ejemplos de ese nuevo escenario: «Las habituales escaladas de tensión en Oriente Medio no afectarán, en gran medida, al precio de la energía; y ubicaciones estratégicas como el estrecho de Ormuz tendrán una menor relevancia».

A cambio, argumenta este experto, «tendrán una mayor importancia las relaciones regionales, la gestión de las redes de interconexión eléctrica y, sobre todo, el aprovisionamiento de los metales críticos». Por lo tanto, si Occidente no quiere quedarse en fuera de juego en el nuevo modelo, tiene que buscar la manera de reducir la dependencia.

«Podría suponer nuestra ruina como sociedad y como continente. Es un problema que hoy, después de la invasión de Ucrania, se ha desvelado como urgente», asegura José Manuel Torralba, director del instituto Imdea Materiales.

Más independientes, aobre todo, respecto a China, que además de beneficiarse de la riqueza geológica de sus territorios, lleva años desarrollando una política de expansión diplomática y comercial por medio mundo (y en especial por el África subsahariana) que le ha garantizado una posición casi de monopolio sobre varios de los metales críticos.

CONFIAR EN LA I+D
A la UE, a EEUU y a otros países no les queda más remedio que confiar en la ciencia para escapar de ese cuello de botella. Y existen cuatro vías principales para ello: buscar en nuevos metales o en metales ya conocidos las propiedades que ofrecen los considerados críticos, apostar cada vez más por el reciclaje, mejorar la eficiencia con la que éstos se usan e intensificar la exploración geológica para dar con nuevos yacimientos.

«Se están haciendo considerables esfuerzos para reemplazarlos con materiales alternativos que se pueden producir de una forma más barata y sostenible, más fáciles de reciclar…», afirma Dierk Raabe, investigador especializado en Física Metalúrgica del Instituto Max Planck alemán y uno de los científicos más respetados en el mundo en relación con los metales críticos.

Raabe cita ejemplos de avances como «la sustitución de las tierras raras de los imanes permanentes por aleaciones de magnesio y aluminio», el desarrollo de «acero inoxidable y resistente a la corrosión» para sustituir al níquel; «las aleaciones de invar», el uso de materiales catódicos para baterías…

Y sin embargo, este experto se muestra convencido de que la apuesta de occidente en este terreno no está a la altura del desafío que tiene ante sí. «Tenemos que hacer mucha más I+D para asegurar el suministro y hacernos más independientes, pero también para lograr materiales más sostenibles y reciclables», sugiere.

En los últimos años se ha puesto mucho el foco investigador en la necesidad de potenciar la economía circular. En dos sentidos: para reutilizar los materiales de los dispositivos digitales tras acabar la vida útil de éstos; como para recuperarlos de entre los residuos que se dieron por perdidos en viejas minas.

SOSTENIBILIDAD
«En un móvil hay cantidades ínfimas de tierras raras u otros metales críticos, pero son tan escasos que puede interesarte reciclar los miles de millones de móviles que hay en el mundo para poder reutilizar esos metales», aclara Torralba sobre el primer caso.

Y lo cierto es que esa explotación secundaria es más barata y genera menos huella de carbono que la primaria, aunque la vuelta a las minas también puede ser una opción muy interesante. «Entre la escoria de muchas de ellas puede que haya mucha ley y puede que te compense explotarla con la tecnología actual a nivel primario», explica Torralba.

Aun así, Raabe sostiene que «sólo mediante la mejora de la eficiencia y el reciclaje no será suficiente» para reducir la dependencia actual. A su juicio, «entre el 50 y el 70% de los metales críticos necesarios deberán obtenerse de la explotación primaria» y siempre cumpliendo con los estándares occidentales actuales en cuanto a reducción de misiones y respeto al entorno y a las comunidades afectadas por las minas…

Fuente: El Mundo