Orgullo, sorpresa y escepticismo. Eso fue lo que generó la revelación sobre el alerce milenario del sur de Chile, que podría ser el árbol más viejo del planeta.
Con una edad que superaría los 5.000 años, este árbol dio vuelta al mundo, mientras la metodología de estudio llamó la atención de la comunidad internacional de dendrocronólogos. Hablamos con los autores de esta investigación, Jonathan Barichivich y Antonio Lara, y la dendrocronóloga española, Isabel Dorado, para contar sobre las técnicas y dificultades a la hora de estimar la edad de estos longevos gigantes, así como la respuesta a algunas críticas que han surgido. Años más, años menos, lo importante es no perder de vista la urgencia de proteger al Gran Abuelo.
El mismo alerce patagónico tal vez nos ha visto en indiada suelta, luego en colonia rigurosa, luego en república, ¡y sabe Dios cuántos trances más nos ha de ver todavía!
Esas son algunas de las palabras que Gabriela Mistral dedicó al alerce (Fitzroya cupressoides), el “árbol campeón” que, con su longevidad, ha sido testigo de numerosos momentos de la historia del sur del planeta. Un claro ejemplo de ello es el alerce milenario que vive hace incontable tiempo en el Parque Nacional Alerce Costero, en la Región de Los Ríos.
Bautizado con cariño como el “Gran Abuelo”, se estimaba que su edad oscilaba entre los 3.500 o más de 4.000 años. Eso hasta que un artículo en Science destapó una investigación que realizan los científicos chilenos Jonathan Barichivich y Antonio Lara, que sugiere que el alerce en cuestión podría tener más de 5.000 años. Así, se convertiría en el árbol más viejo del planeta.
“Poco y nada se sabía del Alerce Milenario a pesar de ser un ícono nacional de los bosques del sur. Lo primero fue verificar su condición después de las sequías recientes y luego decidimos estimar su edad para contribuir a mejorar su cuidado”, cuenta Jonathan Barichivich, científico del clima y ecología global del Laboratorio de Ciencias Climáticas y del Medio Ambiente (LSCE) en París, Francia.
De esa manera, la noticia dio la vuelta al mundo, generando admiración y mucha expectación, incluso en la comunidad de dendrocronólogos que estudian la datación de los anillos de crecimiento de los árboles.
“Definitivamente una noticia como esa despierta mucho interés en la comunidad científica, no sólo por el hecho de que pueda ser el árbol más viejo del planeta, sino porque la nueva metodología que han desarrollado para la estimación de la edad del árbol podría ser aplicable a otros muchos árboles que se estiman viejos pero de los que se desconoce la edad por diversos motivos”, asegura Isabel Dorado Liñan, investigadora en la Escuela de Ingenieros de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid, España.
En efecto, la metodología es uno de los puntos que ha llamado más la atención. Dado que el alerce milenario posee más de cuatro metros de diámetro, no es posible contar todos los anillos de crecimiento del tronco para determinar su edad. Aunque, cabe destacar que el estudio de los anillos no solo permite ese tipo de estimaciones, sino también dilucidar qué condiciones y factores han acompañado a los árboles a lo largo de su vida, como incendios, periodos de sequías, erupciones volcánicas, entre otros.
Barichivich explica que “por su gran tamaño, la edad del Alerce Milenario no puede ser determinada por un simple conteo completo de los anillos de crecimiento como se hace con árboles de menor envergadura. Para poder hacerlo, tuvimos que desarrollar un método de simulación estadística que combine toda la información que tenemos sobre cómo crecen cientos de árboles de alerce y aquella de la muestra de 90 cm que obtuvimos del mismo árbol – que contenía 2.400 años y representaba sólo el 40% del radio total del tronco. El método usa miles de simulaciones para reconstruir las posibles trayectorias de crecimiento del árbol y consecuentemente los años que tomó crecer el 60% del radio que falta muestrear. Esto resultó en un 80% de probabilidad de que el árbol tenga una edad total sobre 5.000 años, con una edad más probable de alrededor de 5.484 años”.
“Uno de los méritos importantes del trabajo es la estimación a partir del crecimiento de otros árboles en un área grande. Éstos no están creciendo al lado del alerce milenario, porque no hay ningún otro alerce que crezca cerca. El alerce milenario está metido en una quebrada, entre medio de coigües, tepas y otras especies diferentes. Entonces, hicimos un modelo estadístico que, a partir de los crecimientos de los otros árboles, pudimos estimar cuál era la tasa de crecimiento en esos años, en los años iniciales del árbol. No es cosa de decir ‘si yo tenía 2.400, lo multiplico por dos y me da 4.800’. Eso sería demasiado fácil y no es cierto, porque si usted analiza cualquier muestra de anillos de crecimiento, crece normalmente más rápido al comienzo que después. Así que por eso nosotros decimos que ‘sería’ el árbol más viejo, con estos antecedentes, pero no es una afirmación”, detalla Antonio Lara, profesor titular del Instituto de Conservación, Biodiversidad y Territorio de la Universidad Austral e investigador principal del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2.
De esa manera, existe un 80% de probabilidad de que el Gran Abuelo supere en edad al árbol más viejo hasta ahora: Matusalén, un pino bristlecone de 4.853 años, oriundo de California, Estados Unidos.
Entre los más longevos también se encontraba otro alerce que tenía 3.622 años, que permitió una reconstrucción de la temperatura del sur de Sudamérica a través de un estudio publicado en Science en 1993 por el mismo Lara y Ricardo Villalba. El investigador del (CR)2 relata que “ese árbol fue cortado el año 76, había una operación de madereo en esa zona, cuando recién había venido la prohibición. Ahí lo cortaron. Entonces nosotros sacamos una muestra y nos dimos cuenta que estaba el centro [del árbol]. En ese entonces supimos fehacientemente que ese era el segundo árbol o el segundo ser viviente más viejo del del planeta”.
Como sea, la investigación actual sobre el Gran Abuelo y sus probables 5.484 años aun no ve la luz. Consultado sobre qué faltaría para que se publique el estudio, Lara responde que “robustecer más el método estadístico para que sea aceptado por otros pares de la comunidad de dendrocronólogos”.
Fuente: Paula Díaz Levi en LaderaSur.com