La abrumadora belleza de Tierra del Fuego

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La discusión sobre la pertinencia de asociar el nombre  “Patagonia” a este territorio insular es un debate abierto, y es que más allá del mítico Estrecho de Magallanes, -que dicho sea de paso tiene más de 900 kilómetros de largo-, comienza un territorio con características propias, únicas. Habitado en la antigüedad por kawesqar y yámanas, la belleza abrumadora del último rincón salvaje del mundo se expresa más allá de los confines del continente americano.

Por: Emilio Pineda
Fotografías: Sergio Villagrán – Juan Patricio Matic
Colaboración especial: Fotógrafo Eduardo Hernández (fotos 1 y 2)

Siete de la mañana, el verano se acerca y la claridad del cielo es su anuncio. Durante esta época del año, en la región de Magallanes, el sol es protagonista. El otro protagonista es el viento, que no se restringe a estaciones, permaneciendo constante y vigoroso por más de 270 días en el año. El dato del viento no es anecdótico, hoy las rachas superan los 80 kilómetros, por lo que nuestra idea de iniciar la travesía hacia Tierra del Fuego desde Porvenir, cruzando en tres puentes, (en el sector urbano de Punta Arenas), queda descartada y tendremos que dar un rodeo de más de 300 kilómetros.

Luego de unas dos horas de viaje llegamos al terminal de Punta Delgada, ubicado geográficamente en el sector de Primera Angostura, al norte de Punta Arenas, en el punto más angosto, (valga la redundancia), para cruzar el Estrecho de Magallanes. En el lugar abordamos uno de los tres ferris con que la Transbordadora Austral Broom opera la ruta y que en unos 25 minutos (dependiendo de las condiciones climáticas) nos lleva al Terminal de Bahía Azul, en Tierra del Fuego.

 

DATOS GEOGRÁFICOS

Antes de continuar con el relato es necesario contextualizar las dimensiones de esta isla, que, dicho sea de paso, es parte de un archipiélago, por lo tanto lo correcto es hablar del viaje que realizamos a la parte chilena de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Otras islas que componen el archipiélago son: la Isla de los Estados, Navarino, Picton, Lenox, Nueva y Hoste, entre las principales. Compartida por Argentina y Chile, la isla tiene una dimensión similar a la extensión de la Región de Los Lagos (la quinta más extensa del país) y solo la parte correspondiente a Chile tiene un tamaño similar a la región del Maule. También podríamos decir que la parte chilena de la Isla es equivalente, aproximadamente, al doble del tamaño de la región Metropolitana.

De forma triangular, la isla Grande de Tierra del Fuego está ubicada en el extremo sur del continente Americano, del que está separada por el estrecho de Magallanes. Limita con el canal Beagle al sur, el océano Atlántico al este, y el océano Pacífico al oeste. Administrativamente la parte argentina corresponde a la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, cuya capital es la ciudad de Ushuaia. El sector chileno corresponde mayoritariamente a la provincia de Tierra del Fuego, en la región de Magallanes y de la Antártica Chilena; la capital de la referida provincia es Porvenir. El resto de la parte chilena corresponde a la provincia Antártica Chilena.

 

CONTINUANDO CON EL VIAJE…

Las grandes extensiones de pampa que se vislumbran alrededor de la bahía en la que desembarcamos nos hacen olvidar que estamos en una isla, el enorme rodeo que debimos sortear para llegar hasta aquí nos dan la oportunidad de visitar Cerro Sombrero,-capital de la comuna de Primavera, – pueblo que fuera famoso por ser uno de los primeros asentamientos petrolíferos de la zona y por los altos estándares de vida que proporcionó en el pasado a sus habitantes, con adelantos y servicios dignos de una gran ciudad. Aquí aprovechamos de visitar algunos amigos, comprar víveres y sobre todo cargar combustible, lo que debe hacerse sí o sí cada vez que se presente la ocasión.

Nuestro objetivo final es llegar al extremo sur de la isla por el lado chileno, queremos ver hasta donde ha avanzado la construcción del camino que promete acercar Puerto Williams (en la isla Navarino) con la capital regional, mediante el cruce en barcaza del canal Beagle en Yendegaia, lo que reduciría el tiempo de viaje y aumentaría las posibilidades de aprovisionamiento de la ciudad más austral del mundo.

Mientras avanzamos hacia el sur, la pampa comienza a volverse más sinuosa, el valle asolado por los vientos da paso a suaves lomajes salpicados de lagunas de colores alucinantes; unas de un rojo intenso y otras de un calipso profundo son el cartel de bienvenida a Porvenir, el principal asentamiento chileno de la isla y el lugar que nos permitirá reacomodarnos, para reanudar el viaje. Dejando atrás los paisajes pampeanos comenzamos a remontar el cordón Baquedano, un cordón montañoso no muy alto pero escabroso cuya fama se debe a la explotación aurífera iniciada a fines del siglo XIX y que atrajo aventureros de todo el mundo. Vestigio de aquello son las enormes dragas abandonadas a la orilla de los caminos.

La vegetación, predominante arbustiva, está compuesta principalmente por coirón y otros matorrales en los que las ovejas pacen tranquilamente. En el camino es usual cruzarse con guanacos por lo que es recomendable bajar la velocidad y esperar a que se muevan, los accidentes derivados de la imprudencia humana es una constante.

Traspuesto el cordón Baquedano y habiendo avanzado un poco más de cien kilómetros, la vegetación comienza a cambiar paulatinamente, el cielo despejado permite apreciar a la distancia, en dirección sur, un imponente macizo coronado por la nieve y rodeado de nubes, son los contrafuertes de la cordillera de Darwin, hacia donde nos dirigimos pero para lo cual nos falta recorrer unos cuantos cientos de kilómetros antes de adentrarnos en su belleza virgen.

UNA GRATA VISITA A LA ESTANCIA TIMAUKEL

La tarde de nuestro primer día avanzaba sin darnos cuenta, complotaba en esto la luz diáfana de un cielo completamente despejado, entre cerros curvos y remontados apareció Cameron, antigua estancia hoy convertida en un grato villorrio, cabecera comunal. Nuestro destino era la estancia de Timaukel donde pasamos a visitar a un singular matrimonio que abandonó las comodidades de la ciudad para formar una familia en un lugar que tiene tantas bellezas como desafíos. El aprovisionamiento de víveres es complejo, las distancias son largas, el invierno crudo, los servicios casi inexistentes.

¿Por qué vivir aquí? Carolina Ibaceta, quien llegara como profesora encargada de una de las escuelas del municipio de Timaukel, oriunda de San Felipe, reconoce que “la aventura, conocer lugares nuevos y la posibilidad de desarrollarse profesionalmente fueron el motor que me impulso a tomar la decisión el año 2015. Los desafíos han sido varios, adaptarse a vivir en un lugar aislado, aprender a optimizar los recursos, a optimizar el tiempo y forjar lazos comunitarios que permiten resolver problemas son solo algunos”, a lo que Mauricio, su esposo, y quien se crió en Frutillar, complementa señalando que “el clima extremo, con  nieve y bajas temperaturas, el viento constante durante todo el año, las largas noches de invierno son también desafíos que hay que considerar”.

Por hoy nuestro objetivo es descansar en Pampa Guanaco, lugar al que llegamos alrededor de las diez de la noche, luego de una jornada que nos llevó a recorrer más de 500 kilómetros desde que comenzáramos la travesía en Punta Arenas, a las 7:15 de la mañana. Antes de dormir preparamos nuestra cena en el fogón comunitario de Pampa Guanaco, amablemente cedido por el municipio para este fin. Las rachas de viento van incrementado su violencia a medida que la noche se vuelve más obscura, el cielo profusamente estrellado son testimonio de la pureza del aire y de la falta de alumbrado público, ya que el generador eólico se desconecta a partir de las 10 de la noche. Además del ruido del viento azotando las estructuras de zinc y silbando en algún rincón, nada perturba nuestro sueño.

El día siguiente comienza temprano, alrededor de las 7 de la mañana, no obstante, dado que amanece alrededor de las 5, parece como si ya fuera medio día. Luego de un desayuno con mermelada de ruibarbo, nos aprestamos a visitar el valle de los castores en las cercanías del lago blanco, nuestro guía y anfitrión es Aníbal, quien ya es un habitante más del poblado aunque sus orígenes están en la región de Aysén. Este verdadero “patiperro” a recorrido gran parte de la Patagonia entre andanzas y trabajo y es un avezado aventurero que nos va describiendo el paisaje que vamos recorriendo. Vive aquí junto a su esposa Pamela y sus hijos Emilio y Simón. Ante nuestra pregunta de porque vivir en estas condiciones de aislamiento extremo no duda en señalar la tranquilidad con la que pueden criar a sus hijos, los que juegan despreocupados en una enorme pampa.

Avanzamos en la camioneta de Aníbal un par de kilómetros y el camino se transforma abruptamente dejando atrás la pampa amarillenta y baja y dando paso a frondosos bosques de ñirres, lengas y coigües entre muchas otras especies de matorrales y helechos. Mientras nos adentramos en el bosque, nos llaman la atención grandes franjas de árboles secos, “son castoreras” señala Aníbal ante nuestras caras de duda. Asombrados del enorme daño ambiental que estos pequeños mamíferos están ocasionando en los bosques magallánicos de Tierra del Fuego, nos detenemos a observar las grandes represas que son capaces de construir y que al inundar el bosque circundante terminan por matarlo, afectando a toda la cadena trófica de estos ecosistemas únicos de fauna y flora con un alto porcentaje de endemismo.

Está claro que los castores no tienen la culpa. Sin embargo, al ser una especie introducida y no tener depredadores naturales, el daño no puede revertirse sin la intervención del ser humano. Fue nuestra especie la que motivada por el interés económico trajo a estos habitantes del hemisferio norte,- donde, entre otro depredadores, son cazados por los osos- a la parte argentina de Tierra del Fuego para dar inicio a una industria peletera, que al decaer quedó abandonada y desde cuyas granjas los 45 ejemplares originales escaparon, reproduciendo una población que hoy se estima en más de 30 mil ejemplares. Es de esperar que la inteligencia humana no considere la importación de osos para contrarrestar el mal causado.

Mientras conversábamos sobre esto una hermosa sorpresa apareció en el fondo de un verde valle, una pareja de baguales (caballos salvajes) nos observaban atentamente junto a su potrillo. Nos acercamos con cautela, tomamos algunas fotografías y videos y seguimos acercándonos, Aníbal nos indica que es raro que no hubiesen arrancado todavía, seguimos acercándonos y ahora sí que se escabulleron por el bosque de una empinada ladera.

El resto de la jornada transcurre plácidamente, el viento mece suavemente las copas de los árboles y el silencio es interrumpido ocasionalmente por el canto de las aves. Tumbado en una pequeña pradera en el medio de un claro en el bosque observamos en lo alto el vuelo placido y describiendo círculos de una pareja de cóndores, las puntas pintadas de blanco de sus alas son señal inequívoca del rey de Los Andes.

EL CLIMA

La variación climática es considerable, el único factor común es lo inhóspito de sus condiciones. Definido a grandes rasgos como clima subpolar oceánico,  con cortos y frescos veranos y largos, húmedos y fríos inviernos, existen enormes variaciones internas. El nordeste se caracteriza por fuertes vientos y poca precipitación; en el sur y oeste es muy ventoso, brumoso y húmedo la mayor parte del año y son pocos los días sin lluvia, aguanieve, granizo o nieve. Las precipitaciones son más fuertes en el extremo oeste llegando a registrase 3000 mm  de lluvia anual.

RUMBO A CALETA MARÍA

El amanecer del tercer día nos deparaba una sorpresa no muy grata, uno de los neumáticos de la camioneta que arrastraba la casa rodante se había pinchado, seguramente con alguna de las piedras lajas que hay en varias zonas del camino. Este acontecimiento nos hizo reflexionar nuevamente en lo que significa vivir en aislamiento, no había vulcanizaciones, o gomerías, como suelen decir por estos lares. Ante el imprevisto recurrimos al retén de carabineros de Pampa Guanaco, una de la veintena de construcciones que existen en el lugar de las cuales la mitad esta deshabitada.

Fue ahí cuando nos sugirieron avanzar unos cuantos kilómetros en dirección a Caleta María, que afortunadamente era nuestro destino, y a un costado de la casa patronal de Estancia Vicuña podríamos encontrar ayuda.

Partimos con la esperanza de encontrar aquella improbable vulcanización en medio de la nada, luego de un par de kilómetros una hermosa y tétrica construcción nos hizo detenernos. Se trataba de la casa patronal de la Estancia Vicuña, ya abandonada y silente, solo el constante silbido del viento al estrellarse contra los rincones de madera testimonia su pasado, generando un aura de tenebroso misterio a esta enorme y añosa  construcción. Luego de tomar algunas fotografías y husmear en los alrededores continuamos nuestro viaje. No paso mucho tiempo hasta que nos cruzamos con otra casa.

Aunque solo tiene 17 años Sebastián nos relata,- mientras repara nuestro neumático-, que empezó con este verdadero emprendimiento en medio de la nada hace poco más de un año, y que la idea se le ocurrió porque siempre pasaban por su casa automovilistas pidiendo auxilio dado lo exigente,- y desgastante para los vehículos-, del camino que estábamos emprendiendo. Luego de un poco más de una hora de gratas conversaciones y unos cuantos juegos con Perico, reiniciamos el viaje. Acá todo es lento, acá no hay apuro, se comparte y se ríe al mismo tiempo que se trabaja.

A medida que nos adentramos hacia el sur, rumbo a Caleta María, la vegetación comienza a ser cada vez más frondosa, lengas y ñirres se disputan el espacio, el sotobosque magallánico, tan característico como variado, deja algunos claros en los que inmensas turberas rodean arroyos y lagunas que las colonias de caiquenes ocupan para anidar y alimentarse despreocupados. Los guanacos en el camino siguen siendo una constante.

Lo que en un comienzo fueron tenues subidas abruptamente se transformarán en empinadas cuestas, hemos comenzado a remontar la fabulosa cordillera de Darwin, aún no el cordón principal, no ese de penachos glaciares. Estamos en la sierra dientes de dragón, un destino en sí misma, protectora de innumerables lagos y muro de contención de la pampa, de aquí en adelante ya no habrá más coironales, de aquí en adelante todo es abrupto, sublime, tortuoso y accidentado.

Mientras subimos lentamente, en un zigzaguear eterno, el motor de la camioneta parece ir rumeando las curvas,  abajo quedan los valles salpicados de lagunas, atrás quedaron las últimas casas, aquí, arriba en la montaña, todo es soledad. Una soledad que sobrecoge, una soledad salvaje; aquí no hay aglomeraciones de turistas haciendo filas para comprar un ticket de entrada.

PARQUE NATURAL KARUKINKA

Desde que visitamos a Perico, en las cercanías de la Estancia Vicuña, prácticamente todo lo que nos rodea es parte del Parque Natural Karukinka, un espacio de conservación de 300 mil hectáreas, equivalente a cuatro veces el tamaño del Gran Santiago. Este parque austral y remoto es administrado por la Wildlife Conservation Society, WCS; una organización internacional fundada en Nueva York en 1985, cuyo objetivo declarado es la conservación de hábitats naturales de alto interés mundial.

Finalmente llegamos a un portezuelo de montaña, ahora todo lo que subimos deberemos descenderlo. Antes nos estacionamos en un mirador que, prácticamente desde lo más alto de la montaña, nos permite apreciar el valle que yace a nuestros pies y que es la antesala de otro cordón montañoso. Desde el mirador puede apreciarse el lago Deseado y el Despreciado, curiosos nombres que probablemente son literales como tantos otros en la zona austral. Es a través de ese valle por el cual tendremos que transitar antes de remontar un nuevo cordón montañoso.

La bajada que emprendemos es tan tortuosa y hermosa como la anterior, desde el camino podemos ver entre los arboles el lago Despreciado al que se puede acceder tras una breve caminata por un sendero peatonal utilizado normalmente por los asiduos a la pesca deportiva. Seguimos avanzando en línea con el valle que se desarrolla en orientación este-oeste como una cicatriz longitudinal en medio de la cordillera. Al llegar al fondo del valle, en una vuelta en 90 grados, nos encontramos con el lago Deseado, quizá su nombre se lo deba a que al encontrarse a la orilla del camino y contar con una pequeña pero hermosa playa sea el punto ideal para tomar un descanso.

El camino continúa bajo un frondoso bosque, constreñido entre la ribera sur del lago Deseado y la montaña que nuevamente comenzamos a subir; el ritual se repite, pero esta vez no llegamos tan alto, el indicador es que a diferencia del primer cordón, ahora el bosque no alcanza a desaparecer en los pináculos rocosos de la montaña. El paisaje parece una fantasía, un sueño en el que duendes, magos y seres misteriosos pueden aparecer en cualquier momento. De pronto el azul profundo rompe el paisaje, un nuevo lago de dimensiones colosales rasga el lienzo de esta pintura inundada de verdes.

El Fagnano, o también conocido como lago  Cami, es el mayor de Tierra del Fuego, y, al igual que la Isla Grande de este archipiélago, es compartido por las dos naciones australes de Sudamérica. Desagua hacia el seno Almirantazgo por un breve y caudaloso rio, el Azopardo, famoso por su abundante pesca. Al mirar el mapa parece que los tres accidentes geográficos están decididos a romper la isla en dos.

Luego de rodear la ribera norte del Fagnano nos enfrentamos al Azopardo el cual cruzamos por un moderno y solido puente, al frente un letrero nos indica que si seguimos hacia el sur llegaremos a Yendegaia,-(cuando el camino esté finalizado)-, en el extremo austral de la isla, ribera norte del canal Beagle. Si doblamos a la derecha, hacia el oeste, nos encontraremos con Caleta María; hacia allá nos dirigimos.

CALETA MARÍA

                Luego de transitar algo más de 10 kilómetros por un camino aterrazado, siguiendo el curso del rio Azopardo, llegamos finalmente a Caleta María. Emplazada en la ribera oriental del seno Almirantazgo este lugar fue una importante bahía en la que se emplazaron aserraderos de explotación maderera durante la primera mitad del siglo XX. El abandono de la localidad se debió a un fuerte terremoto acaecido el 17 de diciembre del año 1949 cuya intensidad de 7.7 grados en la escala de Richter produjo el derrumbe de un colosal paredón de la montaña vecina que, se estima, arrojó unas 200 toneladas de tierra y roca sobre el muelle inutilizándolo de forma definitiva.

Hoy, los vestigios de aquella tragedia se pueden observar en los restos de viviendas aún en pie, calderas a medio derruir y los pilotes del antiguo muelle maderero. Con la reciente llegada del camino que busca cruzar Tierra del Fuego de norte a sur, Caleta María se prepara para abrirse paulatinamente al turismo, como un destino donde se encuentran algunos de los paisajes más puros, remotos y salvajes del planeta.

Es en este entorno de paz, quietud y soledad, rodeado de montañas y glaciares donde establecemos nuestro campamento por los siguientes días, y desde aquí visitaremos las obras del camino a Yendegaia. También es desde aquí desde donde salen las expediciones de la Agencia de Turismo “Viejo Lobo de Mar” que en una confortable embarcación permite navegar por los fiordos del seno Almirantazgo, visitando alguno de los múltiples glaciares que se desprenden desde la cordillera de Darwin, o las colonias de elefantes marinos, espectáculos indescriptibles que solo pueden ser vividos para entender la sensación de sobrecogimiento que generan.

HACIA EL FINAL DE LA RUTA, CAMINO A YENDEGAIA

Un nuevo día se inicia y un último desafío nos convoca. Hoy volveremos al puente que cruza el Azopardo, pero esta vez tomaremos dirección sur para ver hasta donde es posible avanzar en esta ruta que se construye hace más de dos décadas y que bajo duras condiciones climáticas y geográficas promete abrir una vía terrestre hacia el Canal Beagle que permitirá acortar los tiempos de viaje entre Puerto Williams y Punta Arenas, distantes entre si unos 600 kilómetros. Hoy esa distancia es cubierta por barcazas que demoran unas 37 horas de navegación, o por medio de vuelos muy condicionados por el inhóspito clima de la región.

En cuanto comenzamos a dirigirnos al sur se hace evidente que el tramo de camino que estamos por recorrer posee una belleza prístina y desafiante para la ingeniería. Si bien los primeros kilómetros discurren por una terraza al borde de un rio este recorrido es  interrumpido por enormes montañas; es la sección principal de la cordillera de Darwin. Avanzamos unos cuantos kilómetros cubiertos por la sombra de enormes árboles, los taludes de roca son evidencia de las tronaduras y el trabajo de maquinaria pesada para abrir una tortuosa ruta labrada en la roca madre. A unos 15 kilómetros desde que comenzamos esta última etapa una barrera nos impide el paso “Peligro tránsito de camiones, prohibido pasar” reza el cartel que bloquea el camino. Miramos alrededor, vemos que un poco más adelante el camino vuelve a zigzaguear y nos quedamos con la sensación amarga de no poder seguir explorando pero también con la dicha de haber llegado donde muy pocos llegan, el fin de un camino y el primer paso de una nueva aventura que estará pendiente… nos volveremos a encontrar, de eso no hay duda.

LA DEUDA PENDIENTE  

“Abrir caminos aquí no es fácil”, nos señala en una entrevista telefónica el Comandante del Cuerpo Militar del Trabajo, CMT, Rolando Farías; institución que tiene a cargo los trabajos de la ruta entre Vicuña y Yendegaia. Y agrega que  “Esta ruta permitirá conectar vía terrestre hasta el sur de isla Tierra del Fuego y cruzar el canal Beagle en ferri hasta isla Navarino, contemplando 139,6 kilómetros”.

Las obras a las que se refiere comenzaron el año 1994 en el sector del Río Rasmussen, cerca de estancia Vicuña, y desde entonces se ha avanzado poco más de 87 kilómetros en el llamado frente norte.

Un agradecimiento especial a quienes hicieron posible esta travesía.

Se estima que el término del proyecto podría ocurrir en unos ocho a diez años más, todo dependiendo de cuándo se suscriba el contrato y se destinen los fondos para el último tramo. Por cierto la responsabilidad no es del CMT, cuya labor es encomiable y valerosa, no exenta de sacrificio y una gran responsabilidad. Quizá solo sea la indolencia o el desconocimiento de las autoridades centrales, cómodamente instaladas en una oficina en Santiago. La deuda con los lugares extremos y aislados donde muchos “hacen patria” sigue pendiente.