Reportaje destacado en Edición N° 54
Los fareros pertenecen a un grupo de hombres, que sin saberlo y sin proponérselo, son especiales.
Señalización Marítima en Fareros del Fin del Mundo.
Una de las sensaciones más emocionantes, enigmáticas y fascinantes que experimenta cualquier ser humano es la imagen del océano inmenso, repleto de olas gigantes en el llamado fin del mundo.
Es una experiencia única que con toda seguridad, ha cimentado la ficción y la literatura. Desde la época del llamado siglo XVI los europeos principalmente, sintieron la atracción de un mundo desconocido para ellos, poblado de seres gigantes y de mares feroces.
Y resulta que ese universo mítico existe. Se encuentra en la denominada Patagonia, en la región chilena de Magallanes, en torno al fantasmal estrecho que lleva su nombre, la isla de Tierra del Fuego y el temible Cabo de Hornos.
De inmediato surgen infinitas dudas y preguntas. ¿Cuántas naves a lo largo de la historia han sido succionadas por las enormes olas? ¿Cómo pueden pequeñas embarcaciones surcar esos mares procelosos?
A medida que el estado de Chile fue extendiendo soberanía hacia el sur, sobre todo a contar de la llegada de la goleta Ancud al estrecho de Magallanes, el 21 de septiembre de 1843, se hizo imperioso el diseño de un ambicioso plan de señalización marítima, enunciado por el gobernador del territorio, el capitán de fragata Óscar Viel Toro, responsable de llevar adelante una serie de medidas de progreso en el precario villorrio de Punta Arenas, como el mejoramiento de las obras públicas, el incremento del comercio marítimo internacional, el fomento de la industria regional y el incentivo a la inmigración extranjera; puntos esenciales contenidos en la ley de Puerto Libre menor, del que gozó Magallanes en el período 1867-1912.
En este contexto, el presidente Jorge Montt Álvarez (1891-1896) tomó una decisión fundamental, instalar un servicio de faros y balizas en el territorio de Magallanes, iniciativa que materializaron administraciones posteriores.
El gobierno de Montt contrató los servicios del ingeniero escocés George Slight (1859-1934) con el propósito de edificar un gran faro a la entrada de la boca occidental del estrecho de Magallanes. El éxito de esta operación, convertida en una verdadera epopeya humana, dio como resultado al famoso “Faro Evangelistas”, inaugurado el 18 de septiembre de 1896, cuya construcción demoró dos años y en el que trabajaron, al menos 80 hombres.
Ello coincidió con el auge de la navegación por el Estrecho, pero también, de grandes accidentes marítimos. En la página 16, del texto de Mateo Martinic Beros y Julio Fernández Mallo “Faros del Estrecho de Magallanes. Un patrimonio histórico y arquitectónico” encontramos la siguiente relación. En 1868 fondearon en Punta Arenas 27 barcos, número que se elevó a 343 en 1892. En contraste, en ese mismo período hubo 36 siniestros, con “pérdida de naves, vidas humanas y valiosos cargamentos”.
En lo sucesivo, se procedió entonces, a diseñar un completo sistema para iluminar el estrecho de Magallanes, que implicó la construcción de los siguientes faros:
“Punta Dungeness”, inaugurado el 20 de febrero de 1899; “Punta Delgada”, estrenado el 15 de mayo de 1901. “Isla Magdalena” y “Cabo Posesión” inaugurados el 15 de julio y 1 de agosto de 1902; mientras que el “Cabo San Isidro”, fue estrenado el 15 de julio de 1904. Por último, los faros “Bahía Félix” e “Islote Fairway”, se inauguraron el 1 de junio de 1907 y el 28 de marzo de 1920, respectivamente. Muchos años más tarde, se incorporaron a la lista dos complejos de este tipo ubicados en la isla de Tierra del Fuego: el faro “Cabo Espíritu Santo”, construido en 1968 pero que entró en servicio en 1997 y el Monumental Cabo de Hornos, inaugurado el 17 de noviembre de 1991. Antes, la Armada de Chile había fundado en 1951 una estación meteorológica en las islas Diego Ramírez, que con el correr del tiempo se transformaría en el faro más austral del territorio chileno.
A excepción de los últimos mencionados, todos los anteriores fueron diseñados por John Slight, quien contó con el aporte en los planos del ingeniero austriaco Luis Ragosa. En la mayoría de las edificaciones se emplearon materiales extraídos del propio territorio magallánico. En el caso del “Cabo Félix” se utilizó piedra canteada, mientras que en las demás construcciones se usó la técnica de albañilería de ladrillo revestido con vigas de hierro.
Mística especial de los Guardafaros.
Lo que más intriga es conocer la personalidad de quienes han servido o trabajan en la custodia de estas estructuras. Todo parece indicar que se trata de personas con un carácter especial, pero que se preparan adecuadamente para ejercer su profesión.
En efecto. En 1900 se creó la Subinspección de Faros y Balizas, dependiente del Apostadero Naval de Magallanes. Desde esa época, los fareros que sirven en nuestra región se forman en la Armada de Chile. En la Escuela de Grumetes cursan un año donde reciben capacitación elemental de electrónica, electricidad e inglés técnico. Luego, son enviados por tres años a la Academia Politécnica Naval para completar sus estudios. De allí son destinados al servicio.
Una cosa es más que segura. Los fareros pertenecen a un grupo de hombres, que sin saberlo y sin proponérselo, son especiales. Porque se necesita un temple único para convivir con la soledad física y psicológica en condiciones extremas, en lugares apartados de la civilización y de toda presencia humana.
El vate magallánico Rolando Cárdenas publicó en su libro “Poemas migratorios”, (1974) una elegía a los bravos hombres de mar titulada “El fantasma del Faro Evangelistas”, en que exalta la lucha perenne de estas almas en su lucha por la sobrevivencia como vemos en esta estrofa:
“La muerte era aquí un presagio violento, /un material indispensable que respiraba en las sombras/torciendo el buen rumbo de las embarcaciones, /alejándolas del soplo blanco del faro/ que desafiaba verticalmente la negra altura/entre amuralladas y grises paredes de granito, /necesariamente expuesto allí para horadar la noche, /guiando a los navíos errantes/ por laberintos de escotaduras, canales y arrecifes/ que aparecen y desaparecen entre las borrascas y olas del océano. /La muerte en la tormenta, silenciosa y fría/ entre el abismo del mar y del cielo”.
La capacidad de decisión, de resistencia, inmortalizado en la figura del héroe, se revela como una cualidad primordial que no hace diferencia de grados. Por ejemplo, el capitán de corbeta Andrés González Peña, con veintidós años en la Armada y los últimos cuatro a cargo de faros en el extremo sur de los mares de Chile, reconoce que “cuando se me dio la oportunidad de estudiar Señalización Marítima, ya conocía la mística de vivir en los faros debido al trabajo que había efectuado en mantenimiento”.
En cambio, el marinero primero de veintiún años, Marcelo Ávila Sesa, con experiencia en los faros Dungeness y Fairway confiesa que: “Al principio se siente la soledad, pero luego uno se acostumbra a estar solo y a pasar el tiempo caminando por los alrededores del faro”.
Ávila sintió el interés de la aventura de vivir varios meses, aislado en faros del estrecho de Magallanes o acompañado de una sola persona, como le ocurrió en Fairway. Tal vez por eso, entrega un mensaje aleccionador:
“Al momento de conocer la especialidad no se centren en el aislamiento, sino en el conocimiento y en la oportunidad de visitar nuevos lugares, inclusive en otros países donde uno puede hacer cursos”.
Un caso aparte es la experiencia de Luis Mora Fernández, quien tuvo la oportunidad de recorrer todos los faros de la zona sur y hoy administra su empresa de agencia de naves Atlantis. “Los especialistas en faros le tomamos un cariño especial a lo que hacemos. Pocas personas en el mundo pueden tener un cariño tan grande por algo que a la vista del resto es de locos, porque cómo hacen eso de irse aislados”.
Entre sus muchas anécdotas, Mora recuerda una estremecedora:
“En el faro Evangelistas en el año 1991 había muy mal tiempo, debe haber habido viento sobre los 200 km/h porque nuestro anemómetro registraba entre 124-130 nudos, o sea, sobre los 200 km/h y la aguja estaba pegada en el extremo de máxima intensidad. En esa ocasión estando de guardia había un buque muy grande, un súper tanque sobre un mar completamente blanco, con olas sobre 14 metros y el barco no avanzaba, lo tenía detenido el mal tiempo, el barco iba de sur a norte. En la comunicación que tuve por radio VHF, el capitán del buque en esa oportunidad nos pidió que por favor no se nos apague el faro. Yo le respondí que no se preocupara porque el faro iba a estar bien cuidado y él nos pidió eso, porque todos los instrumentos que tenía de navegación: GPS, radar y todo eso había dejado de funcionar. Esto era en invierno como a las cuatro de la tarde y duró por más de 6 horas el mal tiempo y su único punto de referencia era el faro, él sabía que mantenerse a tal dirección y distancia del faro para no irse sobre las rocas donde estábamos nosotros”.
En tanto, el sargento Juan Fica que desde 1998 sirvió en la Gobernación Marítima de Magallanes, y en la mayoría de los faros de la zona austral puntualizó:
“Los faros siempre van a existir, es una necesidad, independiente que nosotros seamos una ayuda a la navegación también prestamos un apoyo para el control de tráfico, pues si nosotros no estuviéramos en esos puntos clave hoy en día habrían muchas tareas que no se llevarían a cabo, la meteorología, por ejemplo. Por mucho que sea automática, igual está sujeta a fallas. Las emergencias marítimas, si no hubiera alguien en ese faro no se podría apoyar directamente al buque en caso de siniestro”.
Pero no se crea que la actividad de guarda faros es sólo para hombres. En un hito histórico a nivel latinoamericano, una mujer chilena, la teniente 2º Valeria León Maturana es en la actualidad, la Sub jefa de Señalización Marítima en la Gobernación Marítima de Punta Arenas.
Nacida en Los Andes, una ciudad alejada del mar y formada en un colegio conservador católico, reservado sólo para mujeres, Valeria pronto vivió un abrupto cambio de expectativas e ingresó a la Armada, donde sintió, a partir de las observaciones y conversaciones que sostenía con sus compañeros varones, el deseo de profundizar su conocimiento en señalización marítima.
“En la Armada al trabajar con puros hombres nunca he sentido la desigualdad. Por eso creo que cuando una tiene las capacidades, fácilmente puede desarrollarse como mujer en cualquier área profesional”.
La teniente León Maturana tuvo su bautismo de fuego a comienzos de 2019, en un reaprovisionamiento y relevo en el Faro isla Diego Ramírez, ubicado en las inmediaciones del paso Drake, cerca de la Antártica. Al respecto, señaló:
“Las condiciones meteorológicas con que ahí se realizaron los trabajos de reaprovisionamiento fueron de constantes días de mal tiempo, en donde las condiciones son escasas, abunda la lluvia acompañada de vientos entre 30 y 40 nudos”.
Perspectiva futura de los faros en el fin del mundo.
La señalización marítima adquiere una mayor dimensión en Magallanes, si consideramos que en el país existen 1.143 ayudas a la navegación marítima, desglosados en 960 faros o balizas, (18 de ellos habitados) 132 boyas y 51 dispositivos electrónicos.
De ese total, un 24% se encuentra ubicado desde el Faro Límite Enfilación Concordia, en la ciudad de Arica y el Golfo de Arauco. Mientras que, el 76% restante se concentra en el área geográfica comprendida entre Puerto Montt y el Territorio Antártico.
Si nos atenemos a lo anterior, se requiere el rescate, por su valor patrimonial, de todos los faros que se encuentran en Magallanes, considerando entre otros factores, el hecho que todas estas estructuras se hallan en buen estado de conservación.
Sería un proyecto perfectamente sustentable, crear el circuito turístico de los faros del fin del mundo. Julio Verne sería, a no dudarlo, el primer agradecido de los visitantes.
Por: Víctor Hernández Godoy. Apoyo de entrevistas Jaime Almonacid Vargas.